11/03/2007

El mundo no es como me lo contaron

Por: Juan Carlos Nalvarte Lozada


– ¡Ah! –gritó mi hermano, y mi madre se desmayó – ¡se suicidó!

Sí, efectivamente, me había suicidado. Quién lo diría pues, pobre José Carlitos, ¿no Amparito? Sí pues Milagrito ¿quién diría? Tan buenito y lector él, cómo le gustaba leer ¿no? Si pues el siempre très sympathique et très intelligent, aunque también tenía sus ideas medio raras ¿no? Sí, tienes razón Milagrito pero…, bueno sírveme un poco más de tesito please.

¡Bah!, que feo. Siempre me habían gustado los velorios, una cierta morbosidad movía en mi un gran interés para con estos eventos. Pero esta vez era diferente, mi propio velorio, que raro se siente, unos desubicados se cuentan chistes, unas señoras conversan, otras lloran. Mi madre lo hace como ninguna. ¡Qué impotencia! Mamá no llores por favor, te amo tanto, no llores por mí, ahora estoy mejor, mami porfa no estés así, no. Tengo ganas de llorar, no me gusta ver así a mi familia, todos lloran, ¿cómo? No puede ser, hasta mi papá llora, no papi no llores, nunca lloraste frente mío, no lo hagas ahora, me haces sufrir, no quiero verte así. ¿Y tú? Paulito, mi hermanito, no estés triste. Te quiero hermanito, tanto te quise en vida, siempre queriendo que seas el mejor, sacrificándome para poder estar a tu lado y poder enseñarte algo más, dejando una beca para estudiar en el extranjero sólo para que al crecer me tengas contigo. Y mírate ahora, todo un hombrecito. Me siento orgulloso de ti. Por favor te encargo a nuestros padres, ahora tu eres lo único que les queda. Cuídalos por favor.

Y ahora, que repugnancia. No pensé que me darían tantas nauseas mi cuerpo inerte, mi nariz y mis ojos tapados con algodón para que no escape la hedionda esencia de la cárcel de mi organismo, donde cohabitará con otros malandrines que roerán mi cuerpo hasta convertirme en polvo. Porque polvo somos y en polvo nos convertiremos. Sí, pero que asco me doy, vestido con mi terno, con mi tez aun más blanca y con la señal que dejé marcada hasta la eternidad en mi triste cuello, el signo que mostraba la manera con la que elegí acabar conmigo. Esa forma que tanto excitó mi imaginación. El ahorcamiento.

Ya se imaginan la sorpresa de mi madre y de mi hermano al verme colgado del techo de mi cuarto, pobre de ellos, lo siento en verdad, les debo una disculpa. Creo que debí suicidarme de una manera menos escandalosa. Pero así es mi personalidad. Siempre trate de llamar la atención. Hasta en la muerte. Sí, como siempre me ganó el egoísmo, y en vez de evitarle por lo menos una pizca de sufrimiento a mi madre, cumplí con mi capricho y me ahorqué. Y ahora estoy doblemente condenado, una por suicidarme y la otra por el bullicio. Porque como dicen, Dios perdona el pecado pero no el escándalo.

Bueno, y a todo esto ustedes se preguntarán por qué me suicidé. Podría pensarse que fue por una chica o algún problema amoroso, que la verdad no faltaba. Si pues, siempre está aquella chica que vuelve loco a uno y en el momento menos esperado le corta haciéndole sufrir a mares, haciéndose odiar y amar tanto, pero tanto… En efecto, es desquiciante.

Si… pero no, no me suicidé por esa chica ni por ninguna. Eso si sería estúpido de verdad, soy tonto aunque… también bien imbécil, pero no tanto pues.

Mis razones fueron otras, y aunque el zahorí lector talvez piense que soy un cobarde y que mis razones si son bien pero bien y requete bien estúpidas, ahí les van:

Me suicidé porque el mundo fue y será una porquería, como dijo Gardel, porque es un despliegue de maldad insolente y vivimos revolcados en un merengue y en el mismo lodo todo manoseado, porque estaba triste, porque una persona buena nunca triunfa, de hecho siempre tiene las de perder. Porque todo está de cabeza, porque si Jesús viniera a salvarnos se crucificaría el solito, porque el que no roba es un gil, porque a nadie importa si naciste honrado. En fin, porque estoy decepcionado del mundo, y no puedo hacer nada para cambiarlo.

Efectivamente una persona correcta y honrada nunca será tratada como se debe y nunca tendrá remuneración por serlo. Aquí solo sobreviven los ladrones y la gente vil.
Por eso sentí que este mundo no era para mí. Porque no es que diga que bruto que este José Carlos es un ángel de Dios y tan bueno él y que le debemos de construir una iglesia. Pero en efecto, siempre traté de seguir lo que pensaba que Dios quisiera que haga, lo que me enseñaron en el colegio que debía de hacer. Que cada vez más pienso que es pura porquería.

Evidentemente este no es el universo que creo Dios, y no puedo hacer nada para que lo sea. Uno se siente tan impotente, tan miserable.

Siempre pensé que el creador me tenía una misión, bueno a todos. Pero me siento incapaz de cumplirla, entonces siento que vivo inútilmente, que si muriera, ya pobrecito el José Carlitos se murió pues, pero no pasó nada, no cambié nada y aunque viviera más no podría hacerlo.

Ni en el mismo colegio, donde tanto aprendí de moral, las cosas funcionaban como debían, todo era pura palabrería, pura locuacidad. Pero en práctica nada, todo vacío. Nadie respetaba a nadie y el bien nunca era recompensado.

Entonces no pues, no podía ser así. Si no podía arreglar las cosas con mi trabajo y esfuerzo ¿para qué vivía?

Era todo un revoltijo de emociones y decepciones los que había en mi joven y romántico ser. Que en un momento tuvo que estallar con el desenlace ya conocido.

Entonces, ¿ya saben por qué me suicidé? Sí, porque el mundo no es como me lo contaron.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

un mundo para juanki ! no hay :S

Anónimo dijo...

está genial... pero por qué no nos cuentas un mundo distinto, loco, vivaz, alegre... algo así como tú. tienes talento.