11/03/2007

Mejores amigos

Por: Juan Carlos Nalvarte Lozada

– ¿Queeeeeé?

– Lo siento, yo creía que sentías lo mismo.

– No, no es eso, es que…

Diablos… no puedo creerlo. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?, justo ahora. Que ¿qué me paso? ¡Bah! Lo que pasa es que mi mejor amiga acaba de decirme que le gusto y que deberíamos intentarlo, que si Alonso tu sabes que yo te quiero mucho y eres una persona muy especial para mí, y sí cuanto te quiero, y ¿por qué no lo intentamos?

No, no puede ser, ya han pasado tres años desde que nos conocemos y no quiero malograrlos así. Sí, con la experiencia he aprendido que esto de estar con una buena amiga no funciona. Luego cortan y por más que uno quiera hablar o no, ya no es lo mismo, ya no tendrán la misma confianza y no, no, por gusto Alonsito tu sabes que te quiero y que hemos pasado muy buenos momentos juntos pero no, necesitamos más tiempo para que volvamos a tener confianza, no, no, aún es muy temprano.

Efectivamente, así que es por gusto no voy a estropear está amistad. No, esta vez no.

– ¿Qué? ¿Acaso no te gusto?

– No, es que…

Y como no me va a gustar, si esta para…, ejem, ejem. No pues, si eres relinda si ya varias veces he tenido que sacar pecho contra algunos malandrines en la calle, cuando caminaba contigo y que silbidos por aquí, que un piropo de mal gusto, y que ¿qué tienes oe? Que sal nomas sonsonazo, que cuidadito ah, cuidadito.

– Entonces, ¿qué es pues? Dime, me estás haciendo sentir mal.

– Este…

Demonios, rayos, centellas, mierda y más mierda y requetemierda, y ¿ahora que le digo para que no llore? Y talvez ya se malogró la amistad y ¿de está como me salvo?

¿Te sientes mal? ¿Y cómo crees que yo me siento ahora ah? Qué situación tan difícil, no puede ser, ayúdame Dios…

– ¿Te vas a quedar callado? Bueno entonces hasta nunca.

– No, espera, no te vayas.

– Pero si no vas a decir nada, ¿para qué estoy aquí pues?

– Ya, mira te voy a explicar ¿si?

–Está bien, dime.

– Mira lo que pasa es que yo te quiero mucho, muchísimo, demasiado.

– Ya pues, entonces estemos pues.

– No, no, escúchame primero.

– Ya, ya, está bien.

– Te quiero mucho, por eso no podemos estar.

– ¿Qué dices?

– ¿Me dejas terminar porfa?

– Ya, ok.

– No podemos estar, porque yo al quererte tanto no quisiera hacerte un daño tal. Porque mira tengo dieciséis años y tú sabes como soy pues. En algunos meses me aburriría de ti y te desecharía, y no pues porque yo te quiero un montón. Mira lo más puro y fiel que tengo en mí es mi amistad y la quiero compartir contigo. No quiero ir a algo más porque en realidad siento que eso es algo menos, es para personas que no se quieren tanto como nosotros, que no tienen un amor tan puro, que necesitan besarse e ir agarraditos de la mano y celarse todo el tiempo. No, yo no quiero eso contigo, yo te quiero más aún. Por eso es que quiero que mejor seamos amigos, mejores amigos.

– Pero es que yo pensé que te gustaba y como tu también me gustas…

– Sí, pero tú crees que vale la pena malograr esta bonita amistad ¿por eso?

– Sí, tienes razón, pero…



Que fácil es malograr una amistad ¿no? Como desearía que nunca hubieras dicho nada. Como desearía que en realidad nuestra amistad hubiera sido como yo lo deseaba. Que no nos gustáramos mutuamente.

Nuestra amistad fue telefónica, casi a distancia. Pocas veces nos veíamos. Pero eso si, no había semana en la que no te llamara por lo menos cuatro veces. Uff. Que tiempos ¿no?

No sabes cuanto te extraño, esta es un de esas ocasiones en las que uno siente esos golpes en la vida tan fuertes yo no sé. Y el mío no es el rostro más fiero ni tengo el lomo más fuerte. Así que imagínate como estoy Dios mío. No podrías, porque… tú no tienes Marías que se van.

La muerte sonríe y yo aquí con mis labios difuntos pesando todavía en aquel lejano tiempo que ya nunca volverá. ¡Oh! cómo me duele tu amistad que ya no es amistad y me duele porque no está porque mi mente solo se fija en ella y borra todo lo que hay alrededor, pero esta no está se esfumó por el teléfono.

Y es que nos vimos muy poco. El nefasto invento de Graham Bell parecía apaciguarlo, pero no. Este no hacía más que distanciarnos más y cada vez más y ya no eras tú, ni con quién tú hablabas era yo. Ya nadie es nadie.

Te quiero en vivo y en directo sin las barreras que nos puso la tecnología. Quiero verte a la antigua, frente a frente.

Pero no, ya no. Todo terminó.

Diablos... Tener que pensar, ahora, al cabo de tantos, tantísimos meses, que en el fondo fuimos mejor por teléfono.

No hay comentarios: